¿Te has sentido alguna vez solo aún teniendo gente a tu alrededor? ¿Has experimentado un vacío y tristeza que hace como si toda tu energía se viniera abajo y un sentimiento de desamparo e incomprensión? Seguramente si, porque todos y todas hemos convivido con el sentimiento de soledad a lo largo de nuestras vidas. Pero, ¿estamos realmente solos? La respuesta es que independientemente de si estamos o no rodeados de familiares y amigos, puedes sentirte sólo y tener la percepción de no pertenencia a tu entorno. Cuando nos sentimos solos, podemos tener la sensación de que nos es imposible poder compartir tiempo y aspectos íntimos de nuestra persona con los demás, de sentir una desconexión con los otros y con el mundo que nos genera un vacío corporal y un apagón del alma. Y es que lo que necesitamos de la otra persona es una compañía más profunda, donde sintamos que de verdad nos valoran, nos quieren y nos miran. A la ausencia de ello, le sigue la sensación de soledad. Por lo que el amor de los demás y no sólo una mera compañía física, está relacionado con este sentimiento. Es importante también mencionar que no toda soledad se siente negativa, a veces nos apetece retirarnos y estar con nosotros mismos y a esto se le denomina solitud. La solitud no se siente displacentera porque se tiende a elegir y por lo tanto es diferente a la soledad no deseada.
La falta de conexión con los demás y con uno mismo, nos puede generar tristeza, incomprensión y falta de sentido vital que nos lleva a aislarnos cada vez más del mundo. Asi es como la soledad se ha convertido en un sentimiento que no toleramos y que es compartido y expresado por cada vez más personas. Y es que cada vez son más los jóvenes que dicen sentirse solos y que padecen algún trastorno psicológico derivado de esta percepción, llegando incluso al suicidio. Según el observatorio de la soledad no deseada (SoledadES), el 40% de las personas que sufren este tipo de soledad tienen menos de 34 años, doblando a la cifra de los mayores de 65 años, otra población bastante afectada por la soledad no deseada. ¿Cómo se explica, que estando en la era de lo virtual y la tecnología, que nos permite vincular de manera casi frenética con el resto de personas y del mundo, la soledad no deseada haya aumentado, generando graves problemas para la salud mental y física de las personas?. Sobre esto, muchos autores filósofos, periodistas y psicólogos, han analizado si la conexión virtual nos ayuda o nos dificulta la conexión con los otros. Por ejemplo, la psicóloga y socióloga Sherry Turkle, profesora de estudios sociales de la ciencia y la tecnología en el Massachusetts Institute of Technology, concluye que las conexiones virtuales generan aún más desconexión y soledad. Esta conclusión también es apoyada por Michael Harris, autor de Superficiales, Solitud y periodista canadiense, considerado un nativo digital por su edad, también explica que el riesgo de las conexiones virtuales está en la generación de una adicción por lo inmediato, dando lugar a conexiones superficiales, con carencia de sentido y aumentando nuestra necesidad de sentirnos acompañados y llenos. Cuando no conseguimos cubrir lo que necesitamos, nuestro malestar aumenta y al no encontrar una solución, comienza nuestro sufrimiento. Cuando no nos gusta lo que sentimos, nuestra mente empieza a evaluar todo para intentar encontrar una solución que nos haga escapar de esa sensación tan desagradable, generando bucles de pensamientos negativos, cada vez más dolorosos y tras los cuales, lo único lógico que se te ocurre es evitar a toda costa este sentimiento y comenzar a desarrollar un repertorio de comportamientos con el objetivo de no volver a sentirte así, pero… compruebas, una y otra vez, que no funciona y vuelves a sentirte solo y con más malestar.
Y ¿Qué dice la psicología sobre la Soledad? La soledad es definida como un fenómeno multidimensional (involucra aspectos de personalidad como evaluaciones cognitivas, desarrollo afectivo anterior y autoestima), psicológico y potencialmente estresante, resultado de carencias afectivas, sociales y/o físicas, reales o percibidas, que tiene un impacto diferencial sobre el funcionamiento de la salud física y psicológica de la persona. Además, se asocia a sentimientos de incomprensión, invalidación y a la emoción de tristeza. Si percibimos que las personas que tenemos a nuestro alrededor no nos comprenden y no comparten nuestros valores, podemos sentirnos solos aunque estemos acompañados y con el sentimiento de no pertenencia, desarrollando sentimientos de desamparo e indefensión, definiéndose así como una discrepancia entre las relaciones interpersonales actuales y las deseadas. Cada individuo percibe la soledad de manera diferente y por causas diferentes, en relación a su historia y contexto, pero en la experiencia de la percepción de soledad, parecen ser comunes tres características: resulta de la percepción de deficiencias en las relaciones interpersonales actuales de la persona, es una experiencia subjetiva que contrasta con la evidencia física del aislamiento social y es una experiencia estresante y displacentera. Estos déficits de las relaciones interpersonales derivan de carencias afectivas y cognoscitivas, relacionadas respectivamente con una necesidad de intimidad y/o apego (necesidad básica) y de una percepción de estimulación social por debajo del nivel optimo que cada individuo considera ideal.
Algunos modelos psicológicos que han estudiado la soledad, nos detallan más información, como el modelo fenomenológico (De Sadler y Johnson), que explica, entre otras cosas, la soledad como un indicador saludable de limitaciones humanas, que conduce a una autoconciencia que es esencial para el desarrollo de la creatividad, la fortaleza y en definitiva de la integridad personal. O los modelos de esquemas cognoscitivos, con Weiss a la cabeza (considerado el padre de la investigación sobre la soledad), que sigue como premisa básica que la soledad es el resultado de una carencia de una red de apoyo social y de una figura de apego particular. Relacionando así la soledad como consecuencia de disfunciones en el sistema de apego. Weiss explica la soledad desde la ausencia de un apego emocional cercano y/o de una red de apoyo social y la solución estaría en la incorporación de otro apego emocional o por la reintegración del que se había perdido y, en el caso de soledad por falta de red de apoyo, por el acceso a una red de apoyo compatible.
Teniendo en cuenta todo esto, se puede concluir que, la soledad genera un movimiento hacia el exterior, como búsqueda de significados, y hacia el interior, como autoconciencia, teniendo un papel muy importante a la hora de recabar información valiosa para nosotros mismos. Esto indica que, si nos detenemos a observarla y escucharla, podemos aprender a identificar qué es lo que necesitamos cuando nos sentimos solos. En lugar de quedarnos en la reacción automática que nos indica que lo que sentimos no nos gusta y querer evitarla a toda cosa, podemos aprender a contemplarla y sacar conclusiones acerca de qué podemos hacer en ese momento de nuestra vida con las compañías que tenemos (y con las que no). Movernos en dirección de nuevas redes, de nuevos apegos emocionales, de una relación mejor con nosotros mismos, es fundamental para que no nos dejemos llevar por los juicios mentales. En resumen, si nos relacionamos con nuestro sentimiento de soledad, desde la reflexión sobre lo que necesitamos y no desde la alarma de lo que no nos está gustando sentir, podemos encontrar armonía con nosotros, con lo que nos llena, con el entorno y con los demás, fundamental para conseguir equilibrio mental.
Amanda Ibáñez.
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