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Voy a esperar a ver si...

¿Cuantas veces habéis escuchado "voy a esperar a ver si mejoro..., a ver si se me pasa..., a ver si me ayudan mis amigos...", antes de que alguien acuda a un psicólogo?. Seguramente podríais seguir completando la frase hasta llegar a más de 10 excusas diferentes. Pero, ¿por qué cuesta tanto ir al psicólogo?





Cuando alguien se plantea ir al psicólogo multitud de juicios sobrevuelan en su mente: ¿Seré demasiado débil para necesitar ayuda? ¿Me tacharán de loco/a? ¿Por qué no puedo hacerlo sólo/a? ¿De verdad voy a gastarme tanto dinero en este problema? Seguro que con el tiempo se me pasa, sólo necesito despejarme y salir con los amigos o amigas... Estos juicios son consecuencia de muchos factores que nos influyen a la hora de tomar decisiones. En nuestra sociedad, se ha ido generando una idea acerca de la psicología (Cuántas veces hemos oido lo de... "yo no creo en los psicólogos", como si fuese un acto de fe y no de ciencia...) que afortunadamente en la actualidad se está empezando a revertir.


Un aspecto importante a la hora de tomar la decisión de acudir a un profesional de la psicología es el miedo. Las personas tenemos miedo a reconocer aspectos nuestros que no nos gustan o a exponernos ante una persona ajena para abrirnos sobre aspectos dolorosos que preferimos no enfrentarnos para no "abrir" algo que llevamos años evitando. ¿Para qué exponerme a un dolor que a corto plazo me creo aplacar?. Pues para que no siga presentándose una y otra vez en nuestro camino... pero para entender esto, tendríamos que estar más conectados con lo que nos supone este dolor a largo plazo en cada una de nuestras áreas vitales. Y para ésto... hace falta autoconocerse en un espacio donde nos sintamos seguros y en confianza para poder hablar de nuestra historia.


Por otro lado, la cultura de la rapidez, del cortoplacismo y de la inmediatez, nos hace elegir cualquier cosa antes de darnos nuestro tiempo y espacio para poder examinarnos y contemplarnos con total honestidad. Esto nos lleva a vivir para el presente (modo automático, inmediato que pretende evitar cualquier malestar) y no en el presente (el aquí y el ahora, conectados con lo que sentimos interiormente y lo que ocurre a nuestro alrededor para poder elegir qué queremos hacer).





Y entonces ¿Qué hace que algunas personas si acudan a un psicólogo?. En mi opinión, en la mayoría de los casos las consecuencias negativas de ciertos patrones de comportamiento inflexibles son las que nos llevan a plantearnos la opción y en muchos casos a contactar con un profesional. Cuanto más negativa es la consecuencia, más necesidad de buscar ayuda. El problema está en que a veces hemos esperado demasiado y el coste ha sido mayor. También, hay personas que tienen bastante conocimiento de sí mismas y aunque se tomen su tiempo para poder tomar la decisión, acuden notando que algo no va tan bien como debería. Además, hay personas que sí valoran su salud mental y no tienen problema en elegir esta opción para saber gestionar lo que le ocurre. Y en otros casos, el entorno y la red de apoyo de la persona es la que recomienda acudir a una psicóloga/o.


De manera que, si reeducamos la sociedad dándole el mismo valor a la salud mental que a la física, educando en valores pro-cuidado emocional y reconociendo la labor de la psicóloga/o en cuanto a su contribución para el bienestar y el crecimiento de las personas, estaríamos en el camino de que las personas redujeran el tiempo que se toman para poder acudir a un profesional cuando considere que lo necesite. Piénsalo, si cuando te duele el estómago, sufres migrañas o tienes un infarto acudes al médico, por qué no actuar igual cuando te duele la muerte de un ser querido, la ruptura de una pareja, el despido de un trabajo, la no consecución de algo importante o la creencia de que no mereces nada bueno...



Amanda





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